Por Víctor Juárez López
El liderazgo tiene que ver con influencia y ésta se da en el terreno de los hechos.
¿En dónde o en quiénes recae la responsabilidad de ser líderes en educación?
¿En las escuelas vivir una cultura de liderazgo debería ser sistemático o permanente, institucional o personal, oficial o espontáneo?
Y aunque me he planteado diversas interrogantes respecto a estas preguntas, me centraré en el liderazgo que podría realizar un docente en el aula.
Como responsable del proceso educativo en su horario escolar, dentro de la escuela, cada docente lleva a cabo diariamente estrategias, actividades y técnicas, planeadas y no planeadas que le permitan cumplir con un programa establecido.
En algunos casos el docente propone, los padres apoyan y el alumno dispone. En grupo, equipos, parejas o en forma individual, cantando, jugando, interactuando, exponiendo, participando, experimentando, saliendo del salón de clases, pero si la dinámica es la misma, donde el docente señala lo que hay que hacer, cómo hay que hacerlo, lo que se espera que hagan y cómo va a evaluar, desde mi punto de vista, se habla de una clase muy bien organizada, pero todavía no de liderazgo.
El liderazgo se hace evidente cuando los alumnos, padres de familia, colegas docentes, directivos, autoridades o la comunidad, están convencidos de seguir una meta, una idea o un objetivo, apoyados, inspirados, encabezados por uno líderes, o un grupo de éstos, quien se compromete plenamente a que se llegue al éxito.
Se es líder cuando se inspira, motiva, convence y logra que otros en forma voluntaria realicen de manera comprometida una actividad para llegar a un fin, ¿en qué actividades, momentos o lugares se puede encontrar liderazgo en la educación?
¡Vamos a ser campeones en fútbol!, ¡escribamos un libro!, ¡mantengamos limpia la escuela!, ¡hagamos ciencia!, ¡ocupemos la tecnología!, ¡narremos cuentos! Sin un premio de por medio, calificación en entre dicho, un reconocimiento que alcanzar, diversos docentes, alumnos e instituciones, se han propuesto objetivos y se han alcanzado con un liderazgo innato, a veces asistemático, en ocasiones rebelde, inspirador, noble y digno de ser compartido.
Lograr escuchar esto dentro del aula, por los alumnos, pudiera ser una de las excelsas formas de lograr un liderazgo compartido. Ver el ejemplo de las instituciones y autoridades sería básico.
Sin el afán de caer en ideas absolutas como señalar que un docente siempre debería ser líder, que un alumno podría asumir en su totalidad liderazgo en la clase, o que si no se logra alguna meta no se ha ejercido dicho liderazgo, podemos avanzar en un proceso formativo, aprovechando los múltiples momentos para desarrollar un pensamiento y habilidades de líder como docente e impulsar estas capacidades en los alumnos, pero esto no significa que es la única o la mejor forma de lograr los aprendizajes, más bien se trata de aprovechar los aspectos positivos que el liderazgo puede traer a la vida de los alumnos e ir desarrollando este hábito poniéndolo en práctica en el quehacer docente.
Quien cree en educación estudia, practica, inspira, lee, comparte, se agrupa en temas de educación, así se hace con aquello que realmente nos importa y que estamos dispuestos a dedicarle tiempo y esfuerzo.
Quizá haya que hacer algo similar con el liderazgo, para poderlo vivir y compartir.
Y tú ¿te consideras un líder?
O para lograrlo, ¿en qué estás dispuesto a invertir?
Por una educación que te lleve al éxito.