Por Sergio A. Olave Rodríguez
Es inevitable no hacer lo posible porque sus ojos miren hacia ellos, si ellos, los niños invisibles. Aquellos niños y niñas que si en la escuela pasaban desapercibidos, hoy por la falta de comunicación e internet son invisibles. La conectividad en la época y la situación actual del mundo se ha convertido en el talón de Aquiles de los centros educativos y los gobiernos de turno; sin embargo, esto de estar conectados a un ordenador o a un teléfono inteligente no es una panacea del siglo XXI, aún hay poblaciones del sector rural que no saben sino lo que sus radios con estática o los rumores voz a voz de les han permitido comprender de la Pandemia. Ser maestro del sector rural me ha hecho creer que los niños que caminaban tres o más horas para ser llevados por los buses del municipio durante una hora más para llegar a la escuela, son hoy los niños invisibles.
Durante este periodo escolar el contacto por cualquier medio de comunicación ha sido imposible. Sus padres deben recoger las guías de trabajo no presencial a las que estamos condicionados y llevar el mensaje que escasamente algunos maestros podemos escribirles, a parte de los ejercicios de matemáticas o inglés para motivarlos a una no deserción escolar:
“Queridos estudiantes, espero se encuentren muy bien y motivados a seguir aprendiendo, he diseñado estas actividades para que no se olviden de su escuela y recuerden el rostro de su maestro cuando solían sacarle una sonrisa con sus particulares apuntes en la clase. Espero verlos pronto”.
Sin más y menos, porque cada renglón de la hoja cuenta, se cierra el mensaje con un la incertidumbre de si el mensaje llegará a su destinatario. Hoy este distanciamiento nos ha permitido visibilizar a los niños invisibles, reconocer que existen en la otredad. En el aula la particularidad de cada estudiante pasa por alto cuando tenemos cuarenta mundos distintos pretendiendo encajar en un sistema educativo hecho para que todos sean iguales con la concepción de que todos tienen las mismas oportunidades.
La educación debe repensarse más allá de cualificar a los maestros en la adaptación de clases presenciales a dispositivos y plataformas, y llamar a eso educación virtual. La educación virtual permite el encuentro de los actores, pero para estos niños con dificultades de acceso por la ubicación de sus viviendas y los recursos económicos que no les permite la compra de un servicio de internet o la carencia de dispositivos móviles de alta gama, los invisibiliza más de lo que antes estaban a los ojos del gobierno y las políticas gubernamentales, porque en la actualidad quien no tiene internet, es invisible.