En los últimos años se escuchan noticias sobre el bajo desempeño de los alumnos, se señala al magisterio como responsable de los bajos resultados en Español y Matemáticas, juzgando a partir de esta información, las prácticas docentes
¿Y si en lugar de criticar los resultados en el nivel educativo, reflexionamos sobre su origen?
Como sociedad ¿hemos volteado a ver los acercamientos del niño hacia el sistema de escritura en los primeros grados?, si analizamos esas prácticas educativas encontraremos la respuesta a tan decepcionantes resultados.
Para Barbosa (1998) el proceso de la alfabetización inicial sigue siendo el rompecabezas sin armar cuya consecuencia son los resultados mediocres de nuestro país.
Es lamentable observar en las aulas de primer grado de primaria paredes adornadas con láminas de sílabas, cuadernos con “planas” (renglones repetidos de una misma letra o sílaba), ver las caras tristes de los pequeños, quienes al no entender la complejidad del lenguaje escrito ven garabatos sin sentido.
Y eso no es todo, el ambiente alfabetizador en casa es mínimo, los padres de familia, responsables de estos primeros acercamientos con el sistema de escritura lo tornan desagradable, constantemente se les escucha decir: “¿para cuándo aprende a escribir mi hijo?, él ya se sabe las vocales, ¡tiene que salir leyendo de primer grado!”
¡No señores!, el proceso de alfabetización inicial no es la acumulación de conocimientos, es un proceso donde el alumno comprende, reflexiona e interactúa con el lenguaje escrito, es descubrir las convencionalidades del sistema de escritura, disfrutar lo que leer ofrece y utilizarlo para escribir experiencias y sentimientos.
Desde esta perspectiva, no es un proceso fácil o memorístico, que se logre sólo en primer grado, requiere de tiempo y de una intervención adecuada.
Desde 1979 Emilia Ferreiro y Ana Teberosky consideraron la importancia de reconocer los conocimientos previos de los alumnos; recomendaron interactuar con textos para dar significatividad al sistema de escritura desde las experiencias e intereses de los niños.
Entonces ¿por qué se siguen repitiendo las prácticas obsoletas antes descritas?, ¿por qué se tiene tan arraigada una concepción sobre el proceso de adquisición de la lectura y la escritura? Todos somos responsables de dicha situación.
En primer lugar, los docentes no hemos sido autónomos al investigar y comprender el proceso que experimentan nuestros alumnos; al momento de involucrarnos en las investigaciones recientes de Emilia Ferreiro y Miryam Nemirovsky las concepciones y miedos sobre la transformación de la práctica educativa se disiparán y estaremos dispuestos a innovar.
El segundo aspecto atañe al Sistema Educativo, no brinda la asesoría pertinente a los profesores, en el Modelo Educativo 2017, la referencia hacia el proceso alfabetizador es mínima. En el nivel de primaria existe “El libro para el maestro”, con un apartado sobre las concepciones de los alumnos, sin embargo, no hay libros que ayuden a entender al docente a profundidad el proceso, de nada servirá un “manual”, si las concepciones se siguen encasillando en discutir acerca del método que se ha de seguir.
¿Qué podemos hacer para mejorar? Como docentes debemos dejar atrás el concepto donde los niños deben aprender a leer- escribir y emigrar hacia una concepción donde los alumnos interactúen con textos, escriban sus experiencias (aunque sus grafías no sean las convencionales), compartan con la sociedad sus escritos, trabajen de manera colaborativa, que disfruten iniciarse en el lenguaje “adulto”, olvidémonos de métodos, centrémonos en el proceso que viven nuestros alumnos y en la didáctica del lenguaje escrito.
Las supervisiones escolares debemos reconocer que los maestros están ávidos de ser orientados, por tanto, propiciemos espacios de colaboración, asesoría y seguimiento en las aulas de primer grado, siempre priorizando a los alumnos y las investigaciones educativas sobre su aprendizaje.
Los padres de familia necesitan conocer el proceso que experimentan sus hijos, la naturaleza del aprendizaje de la lengua materna y así encauzar su apoyo, para ello no basta con reuniones informativas, requiere de espacios donde vivencien con sus hijos el proceso, observen y sientan los conflictos cognitivos que experimentan los escolares. Un padre informado será el mejor aliado en la alfabetización inicial de sus hijos.
De nada servirá un nuevo modelo educativo, cientos de asesorías, libros y materiales didácticos si todos los actores involucrados en el proceso de alfabetización inicial de los niños no hacemos equipo y no compartimos la misma visión, tomemos la convicción de transformar e innovar, creemos en nuestras aulas un verdadero ambiente alfabetizador.
Propiciemos que nuestros alumnos e hijos se expresen por escrito, lean por placer, de lo contrario estaremos hacia el eminente fracaso de la educación y hacia el detrimento de la sociedad.
Sonia del Carmen Cano Martínez
Lic. en Educación Primaria por la Benemérita Escuela Normal Veracruzana
Maestra en Educación Básica por la Universidad Pedagógica Nacional
Ha fungido como docente frente a grupo, Asesor Técnico Pedagógico y actualmente se desempeña como Supervisora Escolar Zona 073 Totutla.